Hace apenas diez años nadie pensaba que pronto llegaríamos a la situación actual donde la palabra crisis es la más pronunciada, sufrida principalmente por los más desfavorecidos de nuestra sociedad. Otros cambios se acercan y, a buen seguro, traerán consecuencias no siempre positivas, pero no debemos añorar épocas pasadas, mirando con temor al futuro, porque entonces perdemos la ocasión de vivir el presente y potenciar lo bueno que tiene esta sociedad, el único camino que nos llevará, si no a solucionarlos, al menos a paliar los problemas que en la actualidad nos preocupan y asustan.

El progreso es bueno, aunque tiene dos caras: una positiva porque nos hace avanzar hacia un mundo más cómodo, dándonos los medios para el crecimiento personal. Y otra negativa: la de ese mundo manejado por esos poderes ocultos, cuyo egoísmo insaciable hace aumentar las diferencias entre ricos y pobres, con la difusión de una educación que prima la competitividad y el individualismo, ya que sólo vale aumentar la productividad. Nos convencen de que el éxito en la vida es el tener y el gastar cada vez más, alcanzar el poder, la recompensa inmediata, el poco esfuerzo. ¡Ah! Y hacer lo que ellos nos dicen: “Debéis trabajar más y ganar menos para que la economía crezca” (su economía para hacerse más y más ricos).

Todos entendemos lo que significa la cooperación y la solidaridad, caminar juntos, exigir nuestros derechos y respetar los de los demás, escuchar, aceptar y tolerar al diferente que no piensa como nosotros, el encuentro y relación con otras personas, ser solidarios…, son valores que nos debemos preguntar cómo los vivimos porque suponen compromisos y exigencias que a veces hieren nuestro amor propio e ideales muy arraigados y pueden comprometer nuestro bienestar y costumbres. Pero son los valores que perduran, el reto para la sociedad actual, el único camino para legar a nuestros descendientes un mundo mejor.

Con frecuencia se escucha y se lee que debemos defendernos para no ser víctimas de estos males. Pero no necesitamos defendernos, lo que necesitamos son familias en cuyo seno fermenten esos valores. Familias felices con lo esencial, con nuestros hijos y nietos, con los demás, siempre en actitud de servicio, en resumen, potenciar nuestras cualidades porque eso nos hará ser más nosotros mismos y se convertirán en una riqueza para todos, en una sociedad más justa y solidaria.

Son las cualidades que he encontrado al contactar con otros voluntarios de ONG, principalmente en la FUNDACIÓN NOVATERRA, integrada por una red de empresas y profesionales voluntarios, que trabajan preferentemente con personas y grupos sociales desfavorecidos social, cultural y económicamente, en especial las que, por esas circunstancias, se encuentren en situación o riesgo de marginación y exclusión.

Si has tenido la paciencia de leer hasta aquí, y disfrutas de algún tiempo libre y quieres colaborar como estimes conveniente, por favor, copia y pega en la barra de direcciones el enlace siguiente para informarte mejor de lo que hacemos: https://www.novaterra.org.es/conoce-novaterra/una-red-al-servicio-de-las-personas/nuestro-proyecto/

Muchas gracias,

Eusebio García González. Voluntario de la FUNDACIÓN NOVATERRA